Siendo una niña de tan solo siete años de edad me tuvieron que cambiar de colegio. Un día aparecí con un diente partido y ese fue el detonante que hizo que mis padres tomaran la decisión. Las peleas físicas eran una constante en mis primeros años de estudiante. Ante la humillación que sufría yo reaccionaba, pero cada vez era peor.
En mi preadolescencia fui testigo del peor maltrato que se pueda vivir. Presencié cómo una persona muy importante para mí sufría golpes, amenazas, insultos demoledores. Trataba de estar junto a esa persona siempre, servir de colchón, pero lo que más intenté fue hacer que saliera de aquella relación y creo que es uno de los mayores logros de mi vida.
A partir de entonces decidí que sería psicóloga y que ayudaría a que muchas más personas lo consiguieran. Desde aquel mismo momento tuve clara mi misión en la vida: ayudar sin juzgar, ayudar y comprender, ayudar y erradicar el sentimiento de culpa de quien sufre mal trato.
Hoy llevo más de 25 años trabajando como Psicóloga clínica y más de 2000 personas han salido de estas relaciones tóxicas gracias a un método claro con el que vamos de la mano. Igual que un prisionero es capaz de evadirse de una prisión, yo les ayudo con MI MÉTODO RITMO A SALIR DE SU ENCIERRO.